jueves, 11 de junio de 2009

Nosotros contra el mundo...

Y ahí estábamos parados en medio de la nada... Aunque "nada" es un decir, por todas partes caían aquellas bombas de agua y los chorros de ácido quemaban a los del piso de abajo.
Y es que habíamos comenzado la guerra.
Aquella tarde en que todo comenzó yo regresaba a la casa cuando ví el humo por la ventana. "La cena se quema de nuevo" pensé. Y corrí por las escaleras del departamento a salvar heroícamente al gato, apagar el humo y barrer las cenizas como lo había hecho la semana pasada (moraleja en medio de la historia: nunca dejen que el gato cocine la cena).
Pero encontré un espectáculo desagradable, más desagradable que el casero y sus ganas de fregar al prójimo cobrando.
Frente a mi puerta había un recado "no más gatito bonito" y dentro, la cocina ardía.
Sin duda era obra del gato. Siempre me veía con sus ojos azules como tramando algo... Era un gato extraño. Me acuerdo que se lo compré a un señor con un sombrero chistoso.
En fin, el gato quemó la casa. Y no sólo la mía. Las de los demás vecinos también estaban hechas un desastre, sin duda quería vengarse de todos. Si, de todos por mimarlo tanto. Recuerdo como erizaba el lomo cuando se acercaba doña Chole del 5 y le daba galletas, o el cartero y le regalaba un pedazo de sardina de su torta.
Total que entré a mi humilde departamento (humilde es un decir también ya que estaba perfectamente bien amueblado, desgraciadamente soy perfeccionista al extremo) y apagué todo. Limpié el desorden y lavé la cocina.
Unas cuantas horas después escuché al gato. Iba llegando con un ratón muerto en la boca y me sentí orgulloso por el gran cazador que era. "Lo aprendió de mí" Me dije. Nunca he cazado nada más grande que un resfriado. También soy megalómano, por desgracia.
En cuanto observé esto tocaron a la puerta.
"¡Como se le ocurre hacer esto!"
"Fue mi gato"
"¡USTED NO TIENE GATO!"
"Sí, está en la cocina"
"No, a mi no me engaña"
"No engaño a nadie"
"Claro, lo olvidaba, sólo a usted mismo"
"¡No permitiré que me insulte en mi casa"
"¡Pues atengase a las consecuencias!"
"¡Usted aténgase!"
"¡CÍNICO!"

Y cerré la puerta.
Esa noche decidí comenzar la guerra, primero el edificio, después la cuadra, luego la colonia, la ciudad y el mundo. Planeé todo perfectamente. Los globos de agua, las pistolas de ácido, las tachuelas y los chicles de bolototota. Mi gato me ayudaría.
A la mañana siguiente ataqué.
Lanzé globos contra todos los inquilinos del edificio, con las pistolas quemé a sus mascotas y dispersé tachuelas por todo el piso. Mientras, mi gato se divertía jugando con los chicles de bolototota.
Todo iba sobre ruedas. Hasta que los vecinos respondieron.
Cegados por la ira lanzaron sus mejores armas. Lupe la del 3 me aventó una maceta que por poco me descalabra, don Panchito me disparó con su rifle de diabolos y doña Gertrudis me lanzó a Héctor, su periquito australiano.
Después las cosas se pusieron de verdad duras, todos contra todos se atacaban y lanzaban vidrios, botellas, ácido, frascos de medicina, peluches y un vecino en un ataque de ira lanzó su colección completa de tazas.
La policía intervino y detuvo a todos los que pudo.
Yo vine a dar aquí.
Una señorita muy bonita de blanco me dijo que escribiera lo que recordaba.
Después me llevarán a un cuarto muy bonito con cojines en las paredes.
Lo que no saben es que no me aburriré, porque traje a Boris, mi gato, escondido en el estómago.

No hay comentarios:

Publicar un comentario