miércoles, 17 de junio de 2009

El Alfil que se Enamoró

-Jaque.

Ahora todos centraban su atención en mí: el rey, quien buscaba un lugar adyacente a él que fuera seguro; los caballos, que se preguntaban si debían arriesgarse para salvar a su señor; una torre lamentando su inútil posición y un par de peones intentaban estorbar en el camino de mi diagonal. Ella apenas me miró. Su pensamiento era diferente al de todos los demás: ella no se arriesgaría ni atravesaría; para eso estaban los otros.

"Jaque... jaque..." Delante y detrás mío, uno por uno de mis compañeros y enemigos abandonaban la zona del combate. Entre el vasto terreno de su alcance me cruzaba a menudo, evitando lo que todos mis compañeros: verla finalmente alcanzar a aquel por quien ella estaba ahí. Me notó a menudo varias veces durante el resto de la persecución, pero yo sólo era otro estorbo, otra pieza más. Ella solo venía por el rey...

Llegó un momento en el que las estrategias cambiaron. Ahora mis únicos dos compañeros restantes posaban también su mirada sobre la alta reina del lado contrario del tablero. Sabía lo que habría de hacerse pronto. Si no lo hacía yo, lo haría alguno de ellos tarde o temprano.

Comenzamos a acercarnos. Poco a poco, sus posibilidades de escape eran menores. Ahora sí que me notaba; no era solo una pieza más.

Silenciosamente se movía la dama blanca, resignándose poco a poco. Yo solo seguía las inevitables órdenes de movimiento, esperando que no tuvieran éxito. Fue entonces que el momento final llegó, una jugada anticipada; sacrificio de los dos lados: moriría después de llegar a ella. La última torre negra cayó con el único objetivo de abrirme paso hacia ella. No hay nada entre nosotros ahora. La diagonal está abierta y su rey detrás esperando su caída para contraatacarme. No importa, soy solo un alfil cuya sobrevivencia es irrelevante, pero ella es mía.

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